sábado, 13 de mayo de 2017

EL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO. SANTIPONCE.


EL MONASTERIO DE SAN ISIDORO

DEL CAMPO.








Estos días atrás he estado visitando el Monasterio de la Cartuja, hoy voy a dedicarlo a otro Monasterio, el de San Isidoro del Campo, que se encuentra en Santiponce muy cerca de Sevilla, y que desde 1872 es Conjunto Histórico-Artístico de interés nacional.


Este convento, al igual que otros muchos, fue expropiado a mediados del XIX por la desamortización de Mendizábal, los monjes expulsados, las estancias utilizadas para diversos usos, como cárcel de mujeres o fábrica de cerveza, por fortuna tras la rehabilitación y restauración de hace unos años, podemos disfrutar del gran patrimonio artístico  de este Monasterio convertido en museo.







PATIO DE LOS NARANJOS O ATRIO EXTERIOR.

El primitivo monasterio-fortaleza se construyó sobre el solar de una pequeña ermita, donde según la tradición estuvo enterrado San Isidoro de Sevilla hasta 1.063, en que sus cenizas fueron trasladadas a la Catedral de León.


Su fundación se remonta a 1301, cuando Don Alonso Pérez de Guzmán, conocido históricamente como Guzmán “el Bueno”, cede a los monjes del cister los terrenos para la construcción de este monasterio, a cambio de obtener el privilegio de enterrarse en la iglesia él y su esposa Doña María Coronel.


Los monjes del cister residieron hasta 1.431, que fueron sustituidos por la Orden jerónima, estos realizaron importantes ampliaciones y reformas, dotándolo a lo largo de los siglos de una gran cantidad de obras de arte, pinturas al óleo, esculturas, ornamentos religiosos, murales, etc.


Atravesamos la explanada exterior en cuyo centro se alza una cruz de forja sobre columna romana y tras pasar una bella portada mudéjar, acedemos al interior para iniciar la visita.


Lo primero que llama nuestra atención, es que este Monasterio no tiene una sino dos iglesias iguales o gemelas, ambas unidas y separadas por un gran arco.


En la iglesia primitiva, quedamos maravillados ante el monumental retablo mayor, en la parte superior la imagen de San Isidoro, y en la inferior la de San Jerónimo Penitente de un realismo impresionante.


   RETABLO IGLESIA GUZMAN EL BUENO.



               A ambos lado de este retablo, se encuentran los sepulcros con las figuras orantes del fundador Don Alonso Pérez de Guzmán, “el Bueno” y de su esposa Doña María Coronel.  

          Retablo y esculturas, son obras salidas de las manos del genial Martínez Montañés, conjunto que se puede considerar como una de las joyas del Monasterio.

          La segunda iglesia la mandó construir Don Juan Alonso Pérez de Guzmán, hijo del anterior, para sepultura suya y de sus descendientes.

          El altar mayor lo preside un Calvario compuesto por un Crucificado gótico y a sus pies la Virgen y San Juan.

          En un nicho en el lado del evangelio, se encuentra el sepulcro de Don Juan Alonso, la figura descansa sobre almohadas y las manos sujetando la espada.

En el muro frontero, el sepulcro de su esposa Doña Urraca Osorio, muerta en la hoguera acusada de conspiración contra el rey Don Pedro I, cubre la cabeza con cofia y viste un largo manto que le llega hasta los pies, en la mano izquierda lleva un libro cerrado.





SEPULCRO DE DOÑA URRACA OSSORIO.



A sus pies, la pequeña figura de su fiel y heroica doncella Leonor Dávalos, que al ver que el viento levantaba las ropas de su señora, no dudó en saltar a la hoguera donde esta ardía, para cubrirle honestamente las piernas sujetándole las faldas  y quemándose con ella.


En el zócalo de la tumba se recoge este suceso.




En esta iglesia también se encuentran las sepulturas de otros miembros del linaje de los Guzmanes.


 


SAN ISIDORO Y EL BROCAL DEL POZO.


En el muro de la derecha y tras una reja de hierro, se conserva un pedazo del brocal de pozo con la inscripción “Gutam cavat lapidem, dicho latino que significa “la gota de agua perfora la piedra”.



BROCAL DEL POZO LEYENDA DE SAN ISIDORO.

San Isidoro de joven le costaba concentrarse y tener voluntad para adelantar en los estudios, le gustaba más  estar ocioso, y vagar por los campos.


Según la leyenda, un día se acercó a un pozo para sacar agua, notando que el agua había hecho hendiduras en la dura piedra.           Entonces comprendió que también la perseverancia y la voluntad pueden vencer las duras dificultades de la vida, con esta reflexión regresó con amor a sus libros, llegando a ser uno de los hombres más sabios de su época.


Seguimos la visita pasando por las distintas estancias visitables del convento: el Claustro de los Muertos de un bello estilo mudéjar, cuyo patio sirvió como lugar de enterramiento de los monjes jerónimos; el patio de los Evangelistas con esplendidos frescos murales dedicados a San Jerónimo y otros santos, entre los que destaca uno dedicado al Árbol de la Vida; el Refectorio presidido por el mural de la Santa Cena; la Sacristía y la Sala Capitular.





EL CLAUSTRO DE LOS MUERTOS.

Al pasear por estas dependencias hemos contemplado y admirado sus pinturas murales realizadas entre los siglos XV al XVII, entre todas forman un grandioso conjunto que por su calidad artística, lo podemos considerar como otra de las joyas del Monasterio.


Pobre es mi pluma para describir tantas bellezas, por ello recomiendo venir a verlas, la entrada es gratuita.


 






              



              

 




              











 




 


 


         


 


 


                

 


 


 






 


 


 






           

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